El hilo
Son las 8:15 de la manaña, y
me dispongo a tomar el Camión.
Los rayos del sol se dejan ver
entre las ramas
del mezquite.
Los primeros en llegar a la
parada comienzan a formarse
como una cuadrilla de
militares para apartar un asiento,
porque eso da paz o
simplemente es el hilo que guía su vida.
Las caras de friadad se dejan
ver entre el tulmunto
de gente que quiere escapar, ¿A dónde?, no lo sé,
pero sé que quieren escapar.
¿Dónde va el hilo conductor de
la gente? Esa gente,
que quiere huir.
¿Dónde quedan sus consuelos?
Oh Dios!!!
Es mi parada!!!
Es un alivio no haber pérdido
el hilo!!!
Se
ha ido
Ya no volverá.
Es lo primero que interpreto
al leer la nota que me dejó
en la cocina.
Me siento en el sofá
de la abuela, y aunque
se ha ido, su fragancia
sigue en la habitación.
Esperaba sentirme peor,
pero es más importante el
partido de futbol.
Lo único que me encabrona,
es que nisiquiera
me dejó su parte de la renta.
Miserable
de la vida.
Fue en la madrugada cuando te
ví.
Yo escuchaba al gallo.
No entendiste el canto,
ni su música y mucho
menos su lenguaje.
Yo me acerqué a ti,
aunque no conseguí
sacarte ni la hora.
Me molestó tanto que no
pude evitar derramar
cerveza en tu blusa.
¡Eres un idiota!, me gritaste.
Entonces compredí
de lo triste que era mi vida.
Rael
Sánchez, estudiante de la UAQ. Espera siempre el camión a las 8:15. Interesado
en la poesía y en las cosas que pasan cuando canta el gallo de madrugada.