Kyle Thompson |
Polly
Ayer regresé sola
con las pestañas
pegadas
y el labial corrido
por toda la cara,
como si la
incertidumbre no fuera suficiente
como si Kurt no me dijera
que también voy a
utilizar la escopeta.
Regresé de esos
encuentros
que suplantan la
memoria,
y no existen para
nadie más
porque en un segundo
estoy sobre la cama
de alguien cuyo
nombre no recuerdo
y al día siguiente,
ya no veo ni mi reflejo
esta noche
solo la velocidad
baja del autobús
acompañan mi disgusto,
el desacierto de
besar a un poeta
que tiene tatuado a
Borges
en la espalda
y habla en primera
persona,
su lenguaje es un
espasmo:
Cariño, no te entiendo
Respiro por la
inercia de volver
aunque sea de noche,
porque mañana habrá
otro encuentro,
en aquel hotel
y es lo único que me
queda para esta depresión,
aunque mañana
otra vez regrese sola
en el taxi de siempre
mientras lo único que
se escuche
en la radio
sea Nirvana
y mis pestañas
estén otra vez
sin rimel
y yo use la falda de
Polly
aunque Polly no
quiera darte placer,
yo soy Polly
y mañana tendré otra
cita.
Aquí no es Woodstock
Estoy segura que
Janis Joplin
escribió alguna
canción
para los que sentimos
la cabeza como una
piedra
y respiramos lento,
muy lento
Fumar un porro,
mientras recuesto mi cuerpo
y entono cualquier
escala diatónica
que haga vibrar este cuarto
en el que no duermo ni descanso,
aunque tus sollozos
revienten las
paredes, querida
y molestes a los
vecinos,
como yo,
que los molesto por
estar callada
y aun así dejo sordo
a quien me escuche,
Despierto
y aquí no es
Woodstock,
no es más que el
mismo techo,
el mismo estante,
vinilos rayados,
la casetera
descompuesta
la guitarra sin
cuerda,
y la alucinación de
siempre.
Ha llovido tres días,
pero no es Woodstock,
no hay colores,
es un cuarto
sin músicos,
es sólo un cuarto
frío,
y lo único que
escucho en mi cabeza
es tu blues,
tu voz
que me repite
llora cariño
llora”
Como si no doliera
Es fácil pensar
que cuando despierte
la fisura en el
cuello desaparerá.
A mis 22
¿qué más podría
dolerme?
la cabeza por la
cruda, tal vez,
el estómago por dejar
el omeprazol
o los cólicos de siempre,
Dices que mi mayor
preocupación
es conseguir entradas
para el cine,
o no dormirme en la
clase de lingüística,
elegir los pantalones
adecuados a mi figura, dices
Como si no doliera lo
demás,
quiero decir:
la ansiedad de mis
manos cuando hablo por teléfono,
las ojeras que ya no
cubre el maquillaje,
los pobres, los niños
las mujeres que no
regresan a casa,
A mi edad,
también hay dolor en
la espalda,
el mismo que tenía mi
abuelo a los 50,
yo solo tengo 22,
es injusto, pienso.
También es injusto
no tener seguridad
social
o fondo para el
retiro
Y despertar también
me duele,
y el despojo, porque
ya no tengo casa,
porque Dios ni
siquiera nos contó,
Y a lo mejor mañana
ya no me duele el cuello,
por los analgésicos
que tomé esta tarde,
a los que me he
vuelto adicta
¿y lo demás?
¿Cuándo me deja de
doler lo demás?
Nadia Bernal, (Estado
de México, 1996). Estudiante de Comunicación y periodismo en la Universidad
Autónoma de Querétaro. Ha publicado en microcuentos.es
y en la revista Enchiridión. Recientemente
fue incluida en el dossier “Literatura emergente de Querétaro” de la revista Punto de Partida de la UNAM. Actualmente
colabora para el semanario Tribuna de
Querétaro.