Huidobro, dejó mi casa un dìa que ya olvidé de Daniel Ortega Soto.





*
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde
de una estrella y vamos cayendo.
-Vicente Huidobro

1
Huidobro, dejó mi casa un día que ya olvidé. Llevo dos meses abusando de las sustancias tóxicas; mi cuerpo se hunde en la piscina, regreso, este no soy yo. Le dije a Huidobro que yo podía escribir Altazor, siempre me ignoró. Hasta que un día tendidos en el piso de sala, con jeringas en los brazos, se lo dije, salió y no volví a verlo.

2
Cuando leí mi primera novela arrojé el libro por la venta y comencé a fumar. Tenía el Punk reventando mis venas tapadas y mi cerebro abollado. Cuando leí mi primer poema, exploté, no di un paso adelante, sabía que de poeta no tenía ni siquiera la soberbia de autonombrarme.

3
Me estropeó el día que dejó mi vida, porque no podía escribir como ella, tardé medio año en sacarme sus poemas de la cabeza. Probé lo que se sentía arruinar
una vida, probé lo que se sentía arruinar un hígado. Reventé mi aparato creativo. Y de mí no se supo más.

*

De la velocidad nos interesaba el golpe.
Ella quería ser otro objeto que no fuera
Una mujer, el filo de algo. Y yo obsesionado
En cortarme las venas, rasgarme los brazos.
Hurgar en el dolor.
-Sergio Loo

Vi la luz un año o dos, después de nacer. Por fecha de nacimiento tengo veinti tantos de abril de mil novecientos y algo. Mamá me dijo que servir el plato y recogerlo es cosa de mujeres, papá me dijo que la sumisión es la respuesta del concepto amor y de estrellas y tierra y suelo y tormentas en el hogar. Me encerraron entre las paredes de una institución, compusieron mi camino a su antojo y luego mis sueños los cortaron con tijeras, para después meterlos en una bolsa negra. Convertí el tiempo en flor y luego en una herramienta del caos. Penetré mi cuerpo con la violencia que el sistema me exigía, fumé de tajo tres o tres mil cigarrillos y es que entre cientos y miles la cuenta se pierde. Cada mañana me cuidaba de no ser crucificada con la cabeza hacia abajo o hacia arriba, cada que rascaba mi brazo tenía que ser de extremo a extremo sin tocar el interior. Interior de un baño en crisis. Crisis que no tienen los objetos inanimados. Inanimados los cuerpos con cáncer. Cáncer en la medula y el esqueleto... Mamá me arrojó de su vientre un día tal, un mes tal, un año tal y las espinas clavadas en mi tal. Mamá no necesitaba huéspedes devorando sus entrañas con la promesa de una maternidad o la satisfacción de miles de ojos que saltaban desde la pared. Mamá sólo buscaba la conexión espiritual con un Dios, mamá no encontraba el suelo donde azotaba la cabeza cada vez que tenía que maldecir su vida. Papá me regaló un cielo yo lo guardé en una servilleta manchada de aguacate y chile, lo llevaba a todos lados, menos bajo la lluvia. Mamá y papá trataban de renacer en el sexo, creían que con cada penetración un problema desaparecería, estaban seguros que al llegar al orgasmo todo volvería a comenzar, les tomó mucho entender que no era así, que el sexo era un lazo, pero que también podía convertirse en un lugar frío y muy triste. Mi fecha de nacimiento no tiene número fijo, nadie recuerda el día de mi muerte; veinti no recuerdo, marzo, abril o tal vez septiembre. Yo recuerdo la muerte de mamá, sólo sonreía y luego no, colgaba del techo del baño, yo estaba por entrar a hacer una prueba de embarazo, no salió positiva. También recuerdo la de papá, regresó del bar con un golpe en la cabeza y dijo que los juegos de cantina son igual que las mujeres << sólo te quitan la plata y a veces te engañan>> ese día se fue a dormir y no despertó. Tardé cinco meses en quitar las sabanas de su cama. Tardé cinco meses en decidirme a matar al bastardo que llevaba en el vientre. Lo único triste es que nadie recuerda el día de mi muerte, ni siquiera yo.

*
Para los seres destructivos que sueñan con un futuro menos triste.

Girábamos en sentido opuesto
quienes nos vieron caminar
nunca se imaginaron que nuestros cuerpos eran un arma,
un puñado de murciélagos cegados por el sol,
un mar de pirañas hambrientas
y ahora que sólo quedan nuestros huesos,
el llanto revienta,
revive,
revindica
y nosotros sin dejar de girar

*

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras

-Manuel Maples Arce


Estoy en el cementerio de las bestias
los guerreros bajan del cielo
y comen
los niños suplican por otra vida
y lloran

Estoy en el cementerio de las ficciones
y la caída libre
de los camellos ahogados
y los siete pecados capitales
donde se nos olvidó la vida y la muerte

Estoy entre el nocturno y el romancero
entre las manchas de sangre y los signos zodiacales
fui flor de colores
luego ceniza y colillas de cigarro
no busques mi nombre ya lo borraron del calendario

Me perdí en el cementerio de las ficciones y
las bestias sin ojos
porque sus ojos no existen y los míos pronto dejarán de existir
no me juzguen
no me culpen
déjame entrar en la costilla cortada de Dios
seré sigiloso al salir
seré tierno al entrar
mi Dios de agua mineral se cubre de aceite y fuego
para no encajar con el resto de las deidades
o con los pactos suicidas en iglesias y templos escondidos

Estoy en el cementerio de las bestias
que dejaron el pelaje en una caverna
y se fumaron la planta de la vida
las bestias que jugaron con el futuro
y se cortaron las alas
para después construir unas artificiales.




Daniel Ortega Soto, con una naturaleza punk que no puede quitarse de encima, Daniel Ortega no es un poeta. Es un motor de lancha tuneada, un perro experimental, una moneda en el piso del bus; es todo, menos un poeta. Con 23 años, y muy a su pesar, está a punto de graduarse de la carrea de Estudios Literarios, por parte de la Universidad Autónoma de Querétaro. Lidera la agrupación musical Amadeo Salvatierra y su Barco de Papel, en donde canta, toca la guitarra y escribe gran parte de los temas. Lector de Rulfo y de Bolaño, escribe desde la adolescencia. Aun no supera a su ex, a quien escribe canciones y poemas que – dice el (no) poeta – no son para ella. Sueña con tener su propio sonidero y una vez gano un Gansito en una promoción de la tiendita. (Por Timy Carrillo)